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divendres, de desembre 30, 2011

DIME QUE PSICOLOGÍA ELIGES, TE DIRÉ QUÉ ENTRENADOR ERES

No frecuento mucho los blogs de la página de la ACB, y sin embargo me he dejado seducir por el rótulo de uno de los posts recientes, que rezaba: La psicología en el deporte. Yo tengo una historia particular con la psicología: interés adolescente por el tema, estudios en la Facultad (sin acabar), ocho años colaborando con la Comisión y luego Sección de Psicología del Deporte del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña, infinidad de lecturas sobre el tema, algunos libros publicados (y por publicar) con un pie en la disciplina. Es por esto, y por otros motivos -como mi predilección por los asuntos relacionados con la dinámica grupal, la psicología social, el psicoanálisis- que me he animado a escribir sobre la psicología del deporte tal como la practica un entrenador de un equipo junior femenino.

Después de una introducción nombrando a los "grandes" (a saber, Scariolo, Guardiola, Mourinho), pasa a describir la escena del crimen. Y lo digo en estos término por que me parece criminal el grado de manipulación y confusión a los que somete a las jugadoras que entrena, y que luego se cerciora en asegurar que no pretende ser su amigo (ni falta que hace, se ha quedado antes bien a gusto liándola parda).

Todo empieza con un aparentemente inocuo comentario: "Las y los jóvenes se despistan con gran facilidad, cuesta mucho motivarlas por ello es clave planificar retos y temas al igual que entrenamientos y partidos." Bueno, puedo aceptar que los jóvenes se despistan, pero no más que los mayores, y además acostumbra a ser muy poco si les interesa lo que están haciendo. Por lo demás, ¿se tiene que motivar? ¿Motivar para qué? ¿Para jugar? ¿Para ganar?

La situación es la siguiente: antes de enfrentarse a un equipo con el que se había perdido en cuatro ocasiones la temporada anterior, además por un escaso margen, se enfrentaban primero a las líderes de la competición. Pierden y además por una diferencia muy considerable. Es entonces cuando se pone en marcha la maquinaria maquiavélica.

Después de calificar para nosotros los lectores -se supone que habrá llegado ese mismo mensaje a las jugadoras, de una u otra manera- a ese rival como "imposible de ganar", la cual cosa dice muy poco de la capacidad de cambio y mejora que advierte este entrenador en sus jugadoras -con mis equipos no pueden haber nunca partidos "imposibles de ganar"-, se pone en marcha para preparar la semana de ese partido clave. Al margen que yo no hablo con mis equipos después del partido, lo que propone aquí tiene delito, por que hay muchas maneras de hablar: "Lo malo es que lo hicimos [perder] de la peor forma posible y eso me enfureció. Era la excusa perfecta para conseguir lo que quería: ponerles las pilas, y ésta se presentó sin buscarla. Las cosas se dieron de tal manera que yo, con mis palabras y enfado postpartido en el vestuario, me convertí en el foco del enfado del grupo."

Es decir, que para cohesionar a las jugadoras lo mejor es ponértelas en contra tuya. Fantástico. La mejor manera que a este entrenador con tendencias manipuladoras se le ocurre "jugar" con las jugadoras es haciendo que se sientan avergonzadas de lo mal que han jugado, para que así reaccionen. Esto parte de esa filosofía que cuando un grupo se enfrenta a alguien, incluso al entrenador, eso les sirve para unirse.

Para mí, la finalidad nunca justifica los medios. Hay medios, hay formas de conseguir las cosas por las que yo no pienso transigir. No lo permito con mis jugadores (por ejemplo, que se insulten), como tampoco lo considero oportuno en mí (por ejemplo, presionar a los árbitros para "conseguir" algo a cambio). Aunque este entrenador nos advierte: "Sé que se enfadaron por mis formas y desde el primer entrenamiento de esa semana quisieron tener reunión. Por uno u otro motivo la fui eludiendo y aumentando el cabreo y cuando llegó aquella reunión no di mi brazo a torcer. Me había encontrado la excusa perfecta para que el equipo sintiera un punto de unión y orgullo, debían de demostrar que, aquel que les dijo que no venía a hacer amigas, era un tonto y que iban a callarme la boca. En definitiva, era ponerme en su contra para motivarlas."

Yo no hago la reunión o la dejo de hacer para irles cargando de rabia a los jugadores... De hecho, mi norma es que los jugadores pueden hablar del partido -si es que quieren- el primer día de entrenamiento de la semana, y durante un tiempo breve, del orden de 5 a 10 minutos. Las jugadoras de este equipo, en cambio, se van cabreando y cabreando, y con motivos... y cuando llega la espera reunión, el entrenador sigue en plan "puta" siendo el enemigo, siendo el que les toca las narices. Casi como los militares que aparecen en películas como Oficial y caballero, o en esa de Clint Eastwood en que interpreta al intructor de los novatos.

Con la manera cómo se ha preparado el terreno, no es de esperar otra cosa si no que siguiese en la misma línea cafre de yo soy el enemigo a batir. De hecho, nos dice: "Lógicamente antes del partido la charla fue muy sencilla y básicamente se resumió en "pensáis que estoy equivocado, pues salid allí y cerrarme la boca". Me gustaría pensar que llegamos a ir ganando por 20 puntos antes del descanso por aquellas palabras, pero sería sobrevalorar mi capacidad de manipular mentes (por mucho que alguno se empeñe en decir que yo manipulo, jejeje). Supongo que después de esa semanita de cuchillos voladores y algo más que tensión en los entrenes, el equipo salió muy motivado y con el punto de acierto necesario para ganar. Ojo, luego casi nos remontan, pero habíamos trabajado tan bien durante 20 minutos que el partido se había decidido antes."

Está claro que sí, que esta relación entrenador-jugadoras se basa en la manipulación, en el agravio, en realzar la sensación de culpabilidad de las jugadoras por haber perdido de manera abultada el partido anterior. Y todo con el "sano" objetivo (muy, muy entrecomillado) de conseguir una reacción, algo que a la postre casi se le gira en contra en la segunda parte. Aunque no hay de qué preocuparse (o precisamente sí lo hay): tarde o temprano la situación acabará explotando, y esta artimaña para ganar un partido contra un rival que había sido superior el año anterior, se acabará girando en contra del equipo.

La cosa ya ha pasado de azul oscuro, pero ¿qué más decir? Bueno, que la clausura del post no tiene tampoco desperdicio, después de haberse entronado como "manipulador" para volver a regodearse en ello: "Por cierto, como tampoco soy el ogro Shrek del baloncesto, la semana siguiente fue la del relax. Incluso jugué una pachanguita con ellas para que la que quisiera me diera un par de "palos" jugando. De eso se trata, de jugar al palo y la zanahoria.

La psicología es tan compleja que seguiré estudiando a los/las mejores, a los/las que tengo al lado como a los que están lejos para quizá algún día sí poder decir con orgullo que soy un psicólogo manipulador de colectivos.... de momento no paso de ser un mero aprendiz, jajaja."

Pues nada, que la "psicología es tan compleja" pero que a fin de cuentas se reduce a eso "de jugar al palo y la zanahoria". ¿Complejo es ponerte delante de la jugadoras para que te apedreen durante la semana como enemigo público número uno, de manera que luego quieran "demostrar" algo al entrenador en el partido, y que a fin de cuentas y después de todo ese maltrato psicológico -nunca mejor dicho- el entrenador se brinde a confundirse con las jugadoras, a simetrizarse con ellas, y haga una pachanga que "para que la que quisiera me diera un par de "palos" jugando"? Está claro, a ente entrenador le gusta que le den caña, le gusta ser el que se lleva los palos. Bueno, señores, si es para esto para lo que tenemos la psicología en el deporte, pues vamos arreglados.